Siempre, en un ‘Rincón’ del alma - 2020HOY

Siempre, en un ‘Rincón’ del alma

Cursaba quinto de primaria en la Escuela Leones de la Normal de Bucaramanga, en donde los primeros amores acusaban algunos cólicos y retorcijones benignos en mi abdomen. La música, un par de amigas del salón y el fútbol me flecharon y se instalaron en un ‘Rincón’ de mi alma, tal vez como les pasó a miles de colombianos.

Por aquella época, estrenábamos un televisor Sony de 14 pulgadas de botones rectangulares que juntos ofrecían 11 canales y posaban sobre una carpeta blanca y un mueble vinotinto que teníamos gracias al esfuerzo, como docentes, de nuestros padres. Atrás quedó el Hitachi de tubos y la odiosa y ruidosa perilla que nos pintaba las alegrías y el entretenimiento de gris, blanco y negro.

Vino el mundial de Italia 1990, el partido contra Alemania y luego de 87 minutos brillantes, históricos, Pierre Littbarski silenció a Colombia, al mundo del fútbol y el segundo piso del Sector 17 de Bucarica en Floridablanca, donde con mi padre observamos lo que pudo ser una gesta aún mayor.

Vaya manera de estrenar el Sony. Con sus cascorvas gambetas Pierre sacó un potente remate y arrodilló al gran René Higuita y a todos los que vimos un partido brillante de la Selección Colombia. Apareció la horrible frase de la época: “jugamos como nunca y perdimos como siempre”. La oscuridad, la rabia, la injusticia y esos sentimientos que tiene el privilegio y la magia de generar el deporte más popular del mundo, nublaron a Colombia.

Los portentosos alemanes y a la vuelta de unos días, los Campeones del Mundo en Italia 90, nos ganaban a falta de 2 minutos para finalizar el encuentro que Colombia tuvo para liquidar a los rubios e históricos jugadores europeos. Tristeza infinita y desamor a flor de piel. ‘La Gambeta’ Estrada y Bendito Fajardo vivieron un par minutos de antipopularidad más grande de sus carreras porque tras el gol alemán, más de uno nos preguntamos: ¿HP… Gambeta, Bendito, cómo se fueron a ‘comer’ esos goles? Solo era empujarla. Qué palos… Tal vez muchos nos decíamos en ese instante y pocos lo recordamos. Bien por Bendito y Gambeta. No imagino qué hubiese pasado si perdiéramos ese día.

Pero como dicen los sabios y filósofos del deporte, esto es fútbol y solo acaba cuando pita el árbitro. Tras algo más de 4 minutos, el talento de Bendito, Leonel, el Pibe Valderrama, toda la Selección y el Coloso de Buenaventura, el gran Freddy Eusebio Rincón Valencia, revirtieron, exorcizaron una de las tristezas más grandes de mi vida como espectador, hincha y practicante del deporte más bello del universo.

Tal cual, minuto 47 del segundo tiempo en el Mundial de Italia, vino una recuperación de balón, pase del Bendito Fajardo al Pibe, el mono vio un ‘Coloso’ picándole a su espalda por la derecha y con la virtud que también lo hace inmortal, el Hombre de Pescadito en Santa Marta puso mano a mano a Freddy Eusebio para que él, ellos, con un derechazo a ras de piso quedaran en un ‘Rincón’ del alma de todos los colombianos.

Túnel, caño, virgo, hermoso virgo, que terminó en gol y nos recordó a los colombianos qué era la alegría extrema, la euforia, cuando todo parecía perdido. Y sí, a mis 11 años de edad, celebré, el que es hasta hoy, es el gol que más he disfrutado, cantado y gozado (me dispensan el Fantasma Ballesteros, James, Mina, entre otros) … Nunca más me volví a tirar el piso, a pegarle al baldosín de nuestro humilde apartamento en Floridablanca, a gritar un par de groserías y llorar de la alegría.

El fútbol me flechó y hasta hoy, aunque sigo disfrutando de este gusto por el deporte, no recuerdo tal sentimiento como el que ese día, el morocho jugador del América que siempre venía a aguarnos la fiesta a los hinchas del Atlético Bucaramanga en el Alfonso López, generó en mí, en toda una nación. Gol colombiano, gol del alma, gol inmortal.

Así reafirmé mi amor por el fútbol y los jugadores que como Freddy Rincón nos llevaron a 3 mundiales seguidos e iniciaron el camino para que muchos futbolistas de nuestro país viajaran al extranjero para cumplir su sueño y de paso nos recordaran a los colombianos, que al menos el fútbol, la Selección, nos unía por 90 minutos. Algo es algo.

Este un pequeño homenaje desde Santander, desde el corazón de muchos hinchas del fútbol para este señor jugador que tuvimos la oportunidad de degustar, apreciar y disfrutar los que gozamos con este deporte. Y aunque será espacio común por estos días, Freddy es hasta ahora, al menos para mí, el mejor número 8 o volante mixto que nos ha dado esta tierra de contrastes y talentos. Ninguno con su despliegue físico, su liderazgo, su fuerza, pero también su calidad técnica y sutileza.

Claro, en su vida personal hubo grises, blancos y negros, como a todos nos pasa, pero nos quedamos con su potencia futbolera, sus largas pero impenetrables piernas y su mirada de pocos amigos cuando las cosas no le gustaban en el terreno de juego o se requería algo más que habilidad en un partido.

Gracias Freddy por tanto y por reafirmar vía un túnel, mi amor por el fútbol de la Selección e instalar ese esférico, esa alegría en un ‘Rincón’ de mi alma.

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